domingo, 2 de mayo de 2010

Colección de muerte

Las personas que hemos nacido a partir de los años ochenta aproximadamente, hemos crecido en un mundo creado por los medios de comunicación de masas, nos hemos criado con la televisión, la radio, la prensa, el cine, y más tarde con Internet. Por ello, no nos extrañamos cuando alguien está buscando algo en la red mientras escucha el partido de fútbol en la radio y a la vez tiene la televisión puesta, porque estamos acostumbrados a la infoxicación de los medios y hemos desarrollado una capacidad altísima para realizar varias tareas simultáneas de este tipo, aunque quizás con menos atención que una persona de edad más avanzada. Nuestra cultura está formada a partir de los medios de comunicación, por ello nos preguntamos ¿quién está detrás de estos medios? ¿qué hay más allá? Quizás en este paso es cuando se acaba la adolescencia y nos convertimos en adultos.
Si analizamos cualquier medio de comunicación como, por ejemplo, el cine, nos damos cuenta de que el término ‘el séptimo arte’ empieza a emborronarse en el momento en que hay marcados unos parámetros de rentabilidad comercial, un presupuesto por recaudar, unas técnicas determinadas para captar la atención, un guión realizado con una serie de pautas establecidas por el productor, Management y cientos de normas que deben tenerse en cuenta para que un largometraje se convierta en un producto con éxito, líder en ventas, lo que parece ser el propósito de cualquier obra (recordemos el término “la industria cinematográfica”). Nos encontramos ante una actividad industrial apta para el gran público, producida en serie, estandarizada y regida por la racionalidad económica y sus leyes de mercado. La institución de los medios de comunicación, es considerada una parte del sistema económico aunque estrechamente ligada al sistema político;. Gramsci utiliza el término “hegemonía” para referirse a la cultura dominante. La cultura de masas es el principal medio gracias al cual el capital ha llegado a alcanzar su mayor éxito; de ahí surge la necesidad por parte del poder dominante de transformar a la población en consumidor antes que en ser humano, por ello se aceptó el sistema capitalista de mano del consumismo y la satisfacción a corto plazo. La cultura crítica, el arte, ya es mercancía.
Como ejemplo, y en relación con el blog semanal, he escogido una imagen publicitaria algo dura y por ello censurada que refleja la manipulación del pueblo hacia una conducta consumista. La intención de esta imagen publicitaria no es otra que la de fortalecer un estereotipo de consumidor dedicado en cuerpo y alma a las leyes de la oferta industrial por encima de cualquier naturaleza, incluso de la muerte. La libertad del goce momentáneo y la posesión de bienes materiales se encuentra por encima de todo. Se trata de hacer creer que la adquisición de productos de consumo es solución al estrés, una huida de la realidad sin cuestionarse quién o qué hay detrás del mismo. Una vez alcanzado este objetivo nos encontraremos ante una sociedad dispuesta a gastarse todo su dinero en un producto posiblemente innecesario pero que aparentemente les va a conceder una pequeña dosis de felicidad. Una estrategia perfecta. El gran papel de los medios de comunicación no es otro que el de transmitir dicho mensaje y llegar al mayor número de personas posibles, estratificando a la sociedad.

Quizás el fallo viene cuando los consumidores de cultura podemos conseguir productos “gratuitamente” a través de Internet, entonces ya no somos rentables; pero no nos preocupemos, ya se han puesto en marcha para que se empiece a mover el dinero.

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